15 agosto 2023
- ¿Cuando comemos pescado de verdad sabemos lo que comemos?
- La verdad es que el gran público está a costumbrado a comer lo que le pongan en el supermercado y lo hace sin grandes miramientos sobre su origen y solo algunos miran las fechas de caducidad, pero poco más y es que es cierto: ¡¡¡No sabemos lo que comemos!!!
- Hoy dejaré aquí un interesante artículo sobre el pescado de "granja" o de piscifactoría:
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¿Comer o no comer pescado de acuicultura? Un dilema del siglo XXI
Dentro de siete años, dos de cada tres peces que consumamos serán de granja. El sector está en alza, pero organizaciones de defensa del medio ambiente cuestionan su sostenibilidad
Un salmón de Bremnes Seashore, una 'granja' en los fiordos noruegos.
ALFREDO CÁLIZ
“Langostinos de Valladolid” suena más raro que “mejillones de Galicia”. Sin embargo, cada vez es más frecuente en los supermercados que ambas especies, más allá de su origen geográfico, procedan del mismo modelo productivo: la acuicultura, probablemente la industria alimentaria más pujante de España. Somos el mayor productor en volumen de Europa (23%) en un planeta que ya consume más del 50% del pescado criado en granjas. Y aumentando, porque el pescado marino se acaba; o más bien, lo acabamos.
¿Es la acuicultura la solución a los desmanes en los océanos? El mercado piensa que sí. Los fondos de inversión -esa expresión que define el poder económico del siglo XXI camuflándolo- han convertido los peces de piscina en un negocio multimillonario bajo los patrones de la nueva economía: especialización, tecnología, rendimiento matemático y renovación constante de la oferta. La acuicultura incorpora constantemente especies y productos derivados. La patronal del sector defiende su alimento con tres argumentos: es sano, sostenible y limpio, amén de la única alternativa al cataclismo oceánico.
Un negocio al alza
Muchas organizaciones ecologistas, sin embargo, lo señalan como otra aplicación perversa del hipercapitalismo: beneficio máximo con el menor gasto, sin atender a la nutrición humana ni al bienestar animal. Cuestionan su salubridad, por la alimentación que utiliza -los peces comen piensos elaborados a partir de pescado- y por el sistema de “granjas”, que comparan con los recintos de pollos, cerdos o vacas que hacinan miles de animales, engordados con saña y fármacos, y cuyo sacrificio no puede siquiera llamarse así (pues no le puedes dar muerte a algo que no ha tenido vida digna). ¿Es así? El debate de la acuicultura quizá resuma el dilema de la alimentación que nos espera en este siglo de colapsos.
En 2030, dos de cada tres peces y mariscos que lleguen a nuestra mesa los servirá la acuicultura; unas 350.000 toneladas serán producidas anualmente en España. Incluidos los langostinos de Valladolid, que nacen en Castilla desde hace una década gracias a una empresa que empezó en 2008 bajo el nombre de Gamba Natural y que ahora se ha rebautizado como Langostinos Noray, con capital noruego. Es la única granja bajo techo que existe para estos animales, con agua marina recreada y un montón de dinero invertido en innovación.
Lo mismo sucede con las lubinas que muchos cocineros compran a Aquanaria, otra de las empresas con más proyección del sector. Acumula treinta años criando ejemplares de gran tamaño en Cantabria y Canarias, que entregan en 48 horas por los cinco continentes. El 60% de sus peces son para la exportación; hablamos de 2.800 toneladas anuales, y de un negocio pionero en lubinas que superan el kilo y que, con su éxito, han modificado los hábitos de consumo. Muchos chefs célebres se han sumado a sus campañas publicitarias, incluso especifican en sus cartas la marca, dentro de un sector que no acostumbra a hacerlo con las lonjas que proveen sus animales marinos.
La lista de peces de cultivo, de pescados no pescados, comenzó en los años sesenta y setenta con la humilde trucha, hoy imposible de encontrar natural. Medio siglo después continúa con el rodaballo, las ostras, la dorada, la almeja japonesa, el atún... Con incorporaciones más recientes, caso de la corvina o el lenguado, considerado durante décadas uno de los pescados más exquisitos de cualquier carta: quizá comas ya lenguados sin saber que han sido criados, pero no te enteras, porque no siempre te lo cuentan.
Ciencia y dinero
“En España las condiciones son muy buenas: tenemos equipos científicos punteros, universidades y centros formativos. Además del entorno natural. Se juntan todos los factores necesarios, junto a una administración pública sensible a la acuicultura”. Lo cuenta Javier Ojeda, gerente de APROMAR, la Asociación Empresarial de Acuicultura de España, cuya actividad respalda, asesora y certifica desde el año pasado el recién creado Comité de Expertos de la Acuicultura. “Nuestro nivel científico es un ejemplo de investigación e innovación, el más destacado de Europa solo detrás de Noruega”.
En realidad, la administración se adapta al mercado: el Fondo Europeo Marítimo de la Pesca y la Acuicultura (FEMPA) ya concede a la acuicultura española un 37% de los fondos anuales, frente al 49% reservados para la pesca tradicional. Tiene lógica, cuando escuchas a Ojeda derribar un mito popular: “La merluza ha sido siempre el pescado más consumido en nuestro país, ¿verdad? Pues desde hace dos años ya es el salmón de acuicultura, algo que poca gente sabe”. Salmón que, sobre todo, llega de granjas noruegas.
Dorada de acuicultura.
“En España hay unas 5.000 empresas de acuicultura, pero más de 4.000 son de moluscos, principalmente mejillón, que se concentra en Galicia, donde casi cada batea es una empresa”, añade el gerente de la patronal. La característica del resto es su especialización, aupada por fondos extranjeros en los casos más destacados. El sector atrae inversiones ingentes a largo plazo, como los 32 millones de euros invertidos por Norcantabric en su planta de Ramales de la Victoria (Cantabria) para vender el primer salmón con certificación ecológica hispano, que espera arrancar ganando un 5% del mercado. La primera cosecha está prevista para este 2023.
“Acuicultura, granjas y cosechas”: el lenguaje mercantil ha cambiado mucho desde la “piscifactoría”. Porque también lo ha hecho su tecnología: el laboratorio se aplica progresivamente a todas las especies, según constata Ojeda: “Hay muchos tipos de acuicultura, porque depende mucho de los animales que se críen. En general, se dividen en agua dulce, o continental, y agua salada, o marino. Luego las técnicas son variadas: viveros, esteros, tanques de tierra… Pero cada especie es distinta, por eso está creciendo tanto el sector”.
La especialización se combina con los beneficios alimentarios que destacan todas estas grandes firmas: sus peces y mariscos no tienen antibióticos, metales pesados, hormonas, conservantes para la congelación o parásitos, como el temido anisakis. Por contra, la pesca marina cada vez está más contaminada y mermada. En 2050, cuando la población mundial supere los 9.000 millones de personas, ni las cuotas servirán para frenar el impacto ambiental y la merma de las costeras. Ante semejante panorama, la acuicultura se presenta como la única alternativa sensata incluso para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Ganadería (FAO).
El lado oscuro de la megaproducción
Ahora, la otra cara de la moneda: la Fundación Franz Weber (FFW), especializada en la defensa de los derechos animales, presentó el año pasado un vídeo inquietante. Había grabado con cámara oculta la actividad diaria en doce empresas españolas de acuicultura, productoras de dorada, lubina, trucha y rodaballo. Detectaron varias prácticas en su parte parte legales, pero impactantes.
En primer lugar, el hacinamiento, que impide a los animales “desarrollar sus comportamientos naturales” y que provocan ataques entre ellos, según indica Rubén Pérez Sueiras, portavoz de FFW. Después, “el desove forzoso, donde el animal es anestesiado y presionado en el estómago con fuerza para la extracción de las huevas”. También, “el sacrificio en hielo, una práctica extendida en la mayoría de las piscifactorías españolas que prescinde, además, de aturdimiento previo”. El enfriamiento prolonga la agonía, igual que genera sufrimiento el tratamiento con ozono para el transporte, con bombeo de los peces a camiones, grabado igualmente en algunas explotaciones.
En resumen: “Es el mismo sistema de megaproducción de las macrogranjas para animales de tierra. No soluciona los problemas de sostenibilidad ni de desigualdad en el mundo. ¿Qué diferencia hay con el buque factoría que esquilma las costas de Senegal? La acuicultura reduce los animales a números para rentabilizar cada especie al máximo. Lo vamos a ver en breve con las granjas de pulpo”, anticipa Rubén, quien además señala otra contradicción que considera capital: la alimentación. “Los peces de acuicultura se alimentan de piensos elaborados con peces que se pescan en el mar”.
Un círculo extraño -peces que comen peces para salvar a los peces-, que también desprecia Greenpeace, cuyo consejo al consumidor es bien claro: “La acuicultura no es la solución a la sobrepesca. Alrededor de un tercio de la pesca mundial se dedica a la fabricación de harina de pescado para alimentar la cría en cautividad. Además tiene otros impactos sociales y ambientales como la contaminación del agua, la introducción de especies invasoras y la ocupación de zonas costeras y marinas en detrimento de su conservación y de otras actividades como la pesca tradicional. Opta por la acuicultura más tradicional (como el marisqueo) o de especies herbívoras y autóctonas”.
Hay otros modelos
Frente a algunas malas prácticas, Ojeda contrapone la severidad administrativa a la que está sometida el sector en todas sus fases: “Las concesiones se dan en el mar o en ríos -salvo Noray, un caso especial-, para lo que hay que cumplir con unos requisitos medioambientales muy serios. Se evalúa el impacto ambiental y se establece un plan de vigilancia, que obliga a enviar cada seis meses los resultados a la administración. En caso de fallo, se revoca el permiso. El único impacto suele ser el visual, el del paisaje”. No obstante, reconoce que “nos queda avanzar todavía en el bienestar animal, porque en el caso de los peces es algo que todavía está estudiando la ciencia”.
En Noray defienden que su modelo garantiza ese bienestar: “Hemos demostrado la viabilidad de un proyecto único en el mundo, 100% vertical, es decir, que controlamos todas las fases del crecimiento de los langostinos, desde el criadero propio. Vamos por la quinta generación de langostinos nacidos en Valladolid, reproducidos por nosotros, con agua de Medina del Campo”, explica Yolanda Patiño, responsable de marketing.
El modelo lo replica Caviar Pirinea, el principal productor nacional de esturión y de trucha grande, y que, como su nombre indica, tiene por producto bandera el más lujoso del mundo: el caviar, que no es ruso, sino de los ríos pirenaicos. Tienen instalaciones en Huesca, Navarra y Lleida. Pedro Mecoleta, también responsable de marketing, cuenta que producen 4.000 toneladas de truchas arcoíris al año, de peso superior a dos kilos, capaces de competir con el deseado salmón en tamaño, calidad y sabor. En el caso del caviar -que casi se vende solo-, el reto de la marca ha sido introducir el antiguo desecho, o sea el propio esturión, poco valorado culinariamente más allá de sus preciadas huevas, pero al que le han aplicado el suficiente ingenio para mejorar su carne y proponer nuevas cocinas, como el ahumado o los escabechados.
“El pescado es importante en una dieta sana, así que somos muy optimistas”, concluye Ojeda sobre la expansión de la acuicultura, mientras la web de Apromar resume semejante transformación alimentaria en una cita de Jacques Cousteau: “Tenemos que dejar de ser cazadores en el mar para pasar a ser agricultores y granjeros. porque eso es la civilización”. Por contra, desde FFW proponen una campaña en el sentido contrario: niegan que el pescado sea fundamental en la dieta, porque puedes optar por una alimentación vegetal. Y resumen su propuesta en este lema: “La mejor forma de proteger a los peces es no comerse los peces”: el dilema del siglo XXI.
Por cierto: ¿hace cuánto que no compras en una pescadería?
Fuente: https://tinyurl.com/27bj6l7j
Cinco de mis mejores refugios
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El pescado es muy importante para una dieta sana. Pero si da penita su consumo lo mismo me pasa con la carne. Te mando un beso.
ResponderEliminarPienso exactamente lo mismo que tú, Judit.
EliminarUn abrazo, escritora.
Bueno, acá tengo una respuesta a mi opinión sobre la merluza, hace tiempo que no tiene el antiguo sabor, ahora es sabor a nada, como la famosa canción, gracias Enrique por traer esta información para mí desconocida, un abrazo!
ResponderEliminarGracias, María Cristina. Eres muy amable, siempre.
EliminarUn abrazo.
Una vez leído tu articulo creo es acertado como lo resumiría yo "la pescadilla que se muerde la cola".
ResponderEliminarLo digo por los grupos que igualan la piscifactorías con las macro granjas y recomiendan comer productos vegetales, quizás estas mismas personas luego protestarían por la sobre explotación de la tierra para conseguir tanto productos vegetales.
Creo que tal como esta montado el sistema es muy difícil volver a tener unas personas en cada pueblo criando unos animales en pequeña cantidad para dar de comer a tantos habitantes en las ciudades.
El martes hablando con un almacenista de cereal y una persona del pequeño pueblo en que nací hablaban de una cosecha normal por la zona con una producción media de unos 3000 Kgs por hectárea, lo que la consideraban normal ya que las tormentas de finales de mayo y junio pudo beneficiar. Te diré que el agricultor mas joven tiene unos 26 años yo conocí a algunos de sus bisabuelos y cuando murió el padre de su abuela paterna tendría como la mitad de años que tiene el ahora y la producción media por entonces sería de 1000 Kgs. Esa diferencia de producción no solo se debe a las semillas también al abonado con productos químicos.
Saludos.
Sí, amigo Tomás, un mundo incierto con futuro aún más incierto ... y nuestros políticos (de todos los paises llamados desarrollados), discutiendo sobre tonterías.
EliminarUn abrazo.
... y como repartirse el poder.
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